Aquel día noté algo diferente al llegar a casa. Busqué a mis hijos para besarlos y preguntarles como llevaban el día. Mario me respondió con su monosílabo preferido “bien”, pero su mirada burlona me sugería que más tarde me contaría una historia paralela a la realidad. Nos saludamos con un abrazo, creando nuestro momento de complicidad que nunca nos negamos, ni en los momentos malos.
Olivia sentada entre sus trastos para dibujar, los sets de belleza infantil y las sufridas muñecas con las que practica, me regaló su“¡¡hola papi!!”. Acompañado de un besito y una mirada que me gustaría que durase para siempre. Pero enseguida desvió la atención a su creación, con la que se seguro que más tarde me sorprendería.
Lucía andaba en su ajetreo diario de poner ordenen el Universo, al tiempo que daba indicaciones a Mario y Olivia sobre sus tareas pendientes para el día siguiente. Hizo un paréntesis para darme mi beso de bienvenida que me supo a épocas pasadas y agitó a las mariposas.
Hasta los objetos, recuerdos y rincones de casa me trasladaron a tiempos pasados y presentes reviviendo momentos que marcan mi vida. Es curioso que aquello que me pareció diferente en realidad siempre esta ahí…
El hogar es algo más que el espacio físico que compartimos, es el vínculo que se forma entre los que lo habitan. Una sensación de bienestar donde confluyen las realidades de cada componente de la familia, que compartimos en un tramo de nuestras vidas.


Aunque no te haga caso
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